A un mes de mudarnos, hemos regresado al lago que por más de un año fue mi lugar favorito para caminar y poner el caos de mi mente en orden. El día estaba demasiado lindo como para estar dentro de casa mirando la vida pasar desde mi ventana. El viento tan gentil nos acompañó todo el tiempo hasta hacer nuestra primera parada en el área de juegos. Me tomó por sorpresa ver el lugar sin tantos niños jugando, pero lo que más me sorprendió, fue ver a todas las personas que caminaban alrededor del lago sin sus cubrebocas. No pude evitar sonreír un poco al mirar a otras personas conversando con sus acompañantes como antes de la pandemia.
Los tiempos están cambiando. Ahora toca programar la mente de forma continua para sentirnos en confianza al estar en lugares públicos sin cubrebocas. No se de ti, pero a mi me esta costando un poco adaptarme. Poco a poco lo voy a lograr de eso si estoy segura, pero es inevitable sentir un poco de paranoia después de todo lo sucedido.
Mantengo la FE que esto también pasará.
Tome un pequeño descanso en un banco cerca del playground mientras mis pequeñas jugaban. La luz del sol pegaba directamente en mi cara. Fue imposible mirar alrededor sin arrugar la cara. Era el único banco en el que podía mirar a mis hijas mientras ellas jugaban. No pasó mucho tiempo cuando desde lejos mire que el sol se estaba metiendo. Una clara señal que ya era tiempo de regresar a casa.
Disfrutamos tanto de ese paseo por el lago con una nueva mirada y como siempre agradecidas de poder sentir el agradable poder sanador de la madre naturaleza.
Hay muchas cosas en la vida que podemos comprar sin duda alguna, así como también existen regalos que nos son dados gratis al levantar las miradas y decir ¡gracias!
Gracias por leerme <3
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